lunes, 18 de enero de 2010

Reflexión de un lunes

No sé que me preocupa más: si los cambios de sexo o lo poco que usamos el seso. Los dieciséis años de hoy ya no son aquellos, el cambio era en la canción “de niña a mujer” aunque yo a mi edad todavía esté arreglando los papeles para ver si me hago mayor de una vez, en esa madurez envidiable que tienen otros.

Los dieciséis años, tan cruciales, resultan ahora de una responsabilidad tremenda para quien los padece. A mis dieciséis no sabía ni cuantos jornales me faltaban para ser adulto, ni mucho menos a cuantos desengaños se me quedaba la niñez. Y ahora, ya vemos, es buena edad para abortar sin permiso ni consulta paterna, y para decidir si lo que sobra en la entrepierna es la alcancía o el badajillo que se niega a repicar arrebato de celo varón, que no puede vamos, que está allí y el chaval no sabe porqué. Por la misma razón quizás, por las que a otros les estorba para andar sin tener que corregir la carga.

El otoño enajenado de cada cual precisa, creo, que madure en la mata para saber cómo actuar, pero en fin, allá cada cual a la hora de elegir en que postura se pone en el urinario. Sé de algunos que solo cambiarían de sexo para tener más cerca su obsesión.

En Haití tienen otro problema más gordo. No saben qué hacer cuando los fenómenos se ceban con ellos. El viento de un ventilador asusta y arrastrar un mueble le da al cuerpo un miedo sísmico. Ahí está la tragedia para confirmar lo que dice la copla flamenca: “Hombre pobre huele a muerto, a la joyanca con él”.

A veces parece que a Dios le hacen huelga los delegados de países pobres. Ya quisieran en Haití una huelga de controladores aéreos como aquí, pero allí un sueldo de controlador español tiene holgura de presupuesto general de un ayuntamiento. Se nos agita el aire y la huelga de celo y de cielo de los bienpagados nos deja sin saber bien que pasa aquí, si es que no somos con ellos todo lo condescendientes que debemos o si es que el niño se ha acostumbrado a ganar mucho y trabajar poco.

Sea lo que sea, si en un país donde hay cientos de miles de niños que por cómo viven no saben si son humanos o no, que el problema sea cambiarle al niño la minina por el toto. Y mientras los parados lo son en número de millones, que sueldos de cientos de miles de euros animen a hacer huelga. Y después nos asombra la nevada…