martes, 30 de diciembre de 2008

Recordando a Dámaso Alonso

Yo no sé si eres muerte o si eres vida,
si toco rosa en ti, si toco estrella,
si llamo a Dios o a ti cuando te llamo.

Junco en el agua o sorda piedra herida,
sólo sé que la tarde es ancha y bella,
sólo sé que soy hombre y que te amo.


Versos de oro estos de Dámaso Alonso que recuerdo hoy tras la lectura de un libro que tenía guarecido por mi cuarto y que algo modificados se guardaban en forma de dedicatoria.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Por si no fue demasiado largo...


... ahora va y le ponen un segundo más al 2008.

Pongo primero la noticia:

2008 durará un segundo más

El último minuto de este año 2008 durará 61 segundos.


Este año comeremos las uvas un segundo más tarde, porque el último minuto de 2008 tiene 61 segundos. De esta forma se corrige la diferencia que existe entre los relojes y el tiempo astronómico, el que se basa en la rotación del eje de la Tierra, y que es más lento. Esta es la vigésimo cuarta vez que se añade este segundo adicional al reloj maestro, el que está en el Pentágono, y sobre el que se basan los relojes de todo el mundo. (COPE.ES)


Pues eso mismo, que no teníamos suficiente 2008 (y que quien quiera le ponga la rima)para que ahora le pongamos un segundo de propina. ¿Alguien nos ha preguntado si queremos ponerle un segundo más a esta interminable lista de meses negros? De verdad que menuda gracia que me hace, alargar la tortura de este año un puñetero segundo más...

Durante esta tarde, y ya en estado de resignación por la adjudicación del segundo a nuestro último minuto, he estado pensando a que voy a dedicar ese segundo extra que alguien ha querido que sea este año y no otro el que se lo añadamos a nuestro virtual calendario.

He pensado en no pensar, en relajarme y esperar que el 2009 llegue (¿Qué nos deparará?) con todas sus fechas y todos sus festejos. He pensado en recapacitar sobre el 2008, pero solo al comenzar a contemplar esta opción, la descarté por obvia. Tanto pensar me ha dejado exhausto... y la verdad, ya había perdido demasiados segundos.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Plumas blancas en San Lorenzo


Las calles que confluyen en la plaza de San Lorenzo son un hervidero de gente endomingada, los plátanos de Indias que la dotan de sombra y frescor los días cálidos estiran hacia lo alto los brazos huesudos de sus ramas intentando vanamente alejar a manotazos alguna nubecilla que boga con insolencia. Porque hace tiempo que se apagó la luz del sol pero esta noche no es como las demás del resto del año y conviene cuidarlo todo.

De pronto el público se agita, hay carreras de adolescentes y griterío de chiquillos, y a pesar de esta mescolanza sonora puede percibirse a lo lejos como el repique nervioso de los tacones de una muchacha sobre el acerado.
Alguien lo anuncia incontenible: ¡Ya vienen los armaos! Y como para confirmar sus palabras una marea de espuma blanca invade la calle Cardenal Spínola por donde avanzan marcialmente esos custodios de honor de la sentencia de Cristo que si fuera verdad que debieran mantenerla ya habrían provocado una insubordinación en sus filas. Los armaos de la Macarena.

Nunca mejor bandada de palomas blancas agitó su alba belleza por la plaza remozada, ni los sonidos del parche y el metal hallaron ecos más puros. Los armaos enseñorean con su paso marcial del cauce abierto entre el compacto público. Dan una vuelta a la plaza y se encaminan decididos a la Basílica a cuyo interior acceden marchando respetuosos y solemnes en torno a los pasos del Señor de Sevilla, del Señor del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso.

Es la visita de protocolo y devoción que estaban deseando cumplir desde que a eso de las siete de la tarde iniciaron su recorrido por las calles de la ciudad encendidas en conmemoración pasionista. Y no disponen de mucho tiempo para cumplirla. Allá en la Macarena, este mismo Jesús, hijo de Dios, que carga ennegrecido su rostro con la cruz infamante, les espera para iniciar el rodaje cierto de una secuencia anterior de la más trascendente película de la historia. Ya está el gobernador Pilatos impaciente en su sillón y se acerca la lectura de la injusta sentencia, que empezará cuando ellos quieran.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Un regalo llamado Esperanza

A tan solo una semanita que la que vive en San Gil para al que nos salvó del pecado y que habita en San Lorenzo...

A Ti no te hace falta nada
para añadirte dulzura,
que no hay en el mundo mas Pura,
que la llena de Espearnza.

No necesitas bambalinas,
ni candelabros siquiera,
que guarezcan la hermosura,
de tu rostro, Macarena.

Ni costales, ni alpargatas,
ni fajas que ciñan cinturas,
que solo con manos puras,
bajas del cielo a esta plaza.

No te hacen falta Salteras,
ni marchas de Marvizón,
que el rezo del Rosario,
es para Ti la oración,
de tus hijos macarenos.

Solo unos cirios te alumbran
el sendero a tu destino
donde lo humano y lo divino
se entremezcla en Macarena.

Si yo te he visto pasar,
a mi lado y pararte,
solo con verte y rezarte,
puedo la Gloria tocar.

Solo quien ha visto a la Esperanza bajar desde donde los siglos la elevan hasta el suelo de Sevilla sabe de lo que les hablo. Esta noche, antes que tu vestidor te ponga las mejores galas, antes que el pueblo de Sevilla te rinda anual pleitesía, has recibido en persona con un solo beso todo lo que te llevo pidiendo y agradeciendo un año entero.

Gracias Esperanza por todo lo que haces por mi.

jueves, 11 de diciembre de 2008

A los que te dan la vida

Es habitual leer, y no en vano tiene razón quien lo escribe, que a los padres se les quiere por ser aquellos que te han dado la vida. Esta frase, aún centrándose en las postrimerías de la vida debe extenderse, al menos yo lo puedo decir en mi caso, a todos los días que siguieron a aquel 12 de Agosto.

Aquellos que te traen al mundo, además, te dan la vida cada día, te levantan cuando te caes y son el último y único apoyo que queda cuando en el desierto no queda ninguna fuente para poder beber el agua de la vida.

Por todo esto, y por cada día que disteis, dais y dareis por mi, solo puedo agradeceros que no solo me trajisteis al mundo, sino que cada día me dais la vida.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Si en un año...

Si todo pasa en un año, ¿Para qué están los calendarios?
Si todo te pasa en un año ¿Que más da que año sea?
Si todo te pasa en un año... ¿Merece la pena vivir otro mas?

Todo pasa y el calendario de la vida ya no se acuerda de catorces de Noviembre, de seis de Enero ni de Octubres de festejos.

La vida pasa, y pasa deprisa, tan deprisa que cuando te das cuenta puede que todo lo que tenías lo has perdido, puede que el corazón marque otros ritmos y nosotros sigamos viviendo a otra velocidad. La vida te pone a prueba, y el salir victorioso la mayoría de veces no depende de ti mismo.

Hoy, cuando celebramos la festividad de la Virgen de Loreto, patrona de los aviadores, no puedo dejar de mirar al cielo, a ese cielo que en esta mañana toma tintes de azul post-Inmaculista (que ya quisiera Murillo) y que seguro esta noche dibujará sus tonos más oscuros de luto recordando que hace un año una de las estrellas que cada Domingo de Ramos rozan el dintel de la capilla de La Salle se quedó en el mismo cielo que es palio de nuestras noches más amargas.

En ese cielo, el único que puede darme respuestas a todo este pasado año, hoy solo se reflejan todos los buenos momentos vividos, todo lo que de verdad importa y toda la verdad que no es otra que el amor. El amor de verdad, el que se dice cuando se mira a una persona a los ojos, el amor que no tiene tiempo, espacio ni condicionamientos y que tanto cuesta decirlo, porque el solo mentarlo ya es la máxima prueba de amor.

El amor que es de verdad, el que tanto te duele, ese amor, es la única verdad que nos da la vida, que como dije ayer, es la única verdad.

martes, 9 de diciembre de 2008

Hablaba de Esperanza

Hace casi un año, ante una instantánea decía estos versos:

Cuando nada nos quede,
cuando estemos perdidos,
cuando el vaivén de la vida
nos lleve por otros caminos.
Cuando creamos que nada
podrá aliviar nuestros males
será el momento preciso
será el instante perfecto
de recorrer una a una
las seis lágrimas que caen del cielo.
(...)

Yo ese día hablaba de Esperanza y de lágrimas que caían pero precisamente no del cielo, sino de las lágrimas terrenales, las lágrimas que caen desde unos ojos que buscan respuestas. Esas lágrimas, las más dolorosas que veremos resbalar no son de nacar ni plastico, esas lágrimas que nadie podrá decir que son de cocodrilo pues su salinidad esta compuesta por un 90% de dolor y un 10% de culpa. Lágrimas que te duelen, lágrimas que te mortifican, lágrimas que no te dejan incluso dormir, lágrimas pues, que son de verdad porque no hay más verdad que la vida.

Tus lágrimas son las mías, y las mías las tuyas. Déjame secarte esas lágrimas.

sábado, 6 de diciembre de 2008

José de Arimatea en la Isla

Del loco de Nazaret en el que hablábamos en la primera entrada y de las crónicas de sus amigos conocimos una pequeña parte de la vida de un personaje que según dicen las leyendas (ya que la historia solo la escribe er Mósig) fue el propietario del sepulcro en el que depositaron el cuerpo del loco después de ser crucificado.

Nuestro buen amigo José, que así dicen que se llamaba el susodicho, una vez que crucificaron al loco de la historia interminable (y van para XXI siglos si ZP no nos cambia la historia) habló en plan colega con nuestro anterior personaje, si "er Pilato", para que le dejara sepultar el cuerpo ya rendido del loco nazareno (y no era de Dos Hermanas).

Nuestro personaje, que era miembro del Sanedrín y decurión del Imperio romano -al final todos van a salir el Lunes Santo de representación- tenía parentesco con el joven de poco más de treinta años que acababa de morir. José, que era el hermano chico de Joaquín, un gentil y piadoso caballero que de vez en cuando dejaba su limosna a los pobres del templo de Jerusalén, era a su vez el padre de una joven y guapa niña que los siglos han traducido en alabanzas pictóricas y devocionales. Casualmente esta joven niña era la madre del loco que acababa de morir y José había sido su mentor tras la temprana muerte de otro José, esposo este de la joven y guapa niña, que como hemos dicho era hija de Joaquín, vamos que esto era un lio de mil pares y al final gracias a nuestro José, que decían que era de Arimatea, Poncio les dejó dar sepultura al cuerpo que allí le ofrecían.

Poco antes de esta conversación entre Poncio y José, nuestro personaje se encontraba al lado de la cruz donde acababa de morir el joven loco. A su lado, Nicodemo -un rico fariseo judío- le ayudaba, tal como se nos muestra en esa visión del movimiento en la quietud que cada Jueves Santo dicen que sale de la Magdalena sevillana, a descolgar el cuerpo ya inerte del madero. Subidos a sendas escaleras para poder llegar a la zona donde se encontraban clavadas las manos en la crux immissa, Nicodemo y José aguantaban el cuerpo mientras que el resto de mujeres abajo esperaban para envolverlo entre sábanas.

Tras esto, el cuerpo fue llevado por los que allí se encontraban a la tumba propiedad de nuestro protagonista. Este nuevo sepulcro, recién excavado en la roca, fue el último cobijo entre los mortales para quien fuera a la postre el liberador de la muerte. Una vez finalizada esta escena, poco mas se supo de nuestro admirado José, aunque leyendas hablan de su relación con un Santo Grial que traducido a nuestra época no es más que la gallina de los huevos de oro que encontró Dan Brawn para hacerse millonario.

Bastantes siglos después de lo que comentaba, en una pequeña ciudad al sur de la Hispania (léase con la entonación propia de la introducción de los capítulos de Astérix y Obelix) en un reducto de tranvías, sal y cofradías sigue habitando nuestro querido José. Según cuentan los enviados especiales de las grandes cadenas de televisión se le ve cada día con una pequeña gorra, gafas de sol y chándal, puesto que su vida desde entonces hasta ahora no ha sabido precisamente de comodidades.

Dicen ahora que José cuando llega la hora de rememorar aquel tiempo en el que el estuvo presente, carga de nuevo su escalera para seguir a la representación de aquel joven loco y que como entonces, alivia a los que le acompañan y da todo lo poco que tiene (ya sea agua o un pequeño limón) por aliviar el peso del sacrificio de sacar a la calle lo que pronto nos quitará la desmemoria histórica.

Ahora, no solo le deja su sepulcro a quien lo necesita, sino que también guarda los sepulcros, casetas de feria y todo tipo de verbenas que se precie o se desprecie.

A José, que la historia lo llamó de Arimatea, en la Isla sabemos que ni se llama así y que es más de aquí que los "chinos" que se te clavan al pasar justo al lado del monumento al Beato Marcelo Spínola. Pues a este José, que en verdad se llama Luis Cortejosa Llerena, nosotros con cariño preferimos llamarlo Pirri.