sábado, 6 de diciembre de 2008

José de Arimatea en la Isla

Del loco de Nazaret en el que hablábamos en la primera entrada y de las crónicas de sus amigos conocimos una pequeña parte de la vida de un personaje que según dicen las leyendas (ya que la historia solo la escribe er Mósig) fue el propietario del sepulcro en el que depositaron el cuerpo del loco después de ser crucificado.

Nuestro buen amigo José, que así dicen que se llamaba el susodicho, una vez que crucificaron al loco de la historia interminable (y van para XXI siglos si ZP no nos cambia la historia) habló en plan colega con nuestro anterior personaje, si "er Pilato", para que le dejara sepultar el cuerpo ya rendido del loco nazareno (y no era de Dos Hermanas).

Nuestro personaje, que era miembro del Sanedrín y decurión del Imperio romano -al final todos van a salir el Lunes Santo de representación- tenía parentesco con el joven de poco más de treinta años que acababa de morir. José, que era el hermano chico de Joaquín, un gentil y piadoso caballero que de vez en cuando dejaba su limosna a los pobres del templo de Jerusalén, era a su vez el padre de una joven y guapa niña que los siglos han traducido en alabanzas pictóricas y devocionales. Casualmente esta joven niña era la madre del loco que acababa de morir y José había sido su mentor tras la temprana muerte de otro José, esposo este de la joven y guapa niña, que como hemos dicho era hija de Joaquín, vamos que esto era un lio de mil pares y al final gracias a nuestro José, que decían que era de Arimatea, Poncio les dejó dar sepultura al cuerpo que allí le ofrecían.

Poco antes de esta conversación entre Poncio y José, nuestro personaje se encontraba al lado de la cruz donde acababa de morir el joven loco. A su lado, Nicodemo -un rico fariseo judío- le ayudaba, tal como se nos muestra en esa visión del movimiento en la quietud que cada Jueves Santo dicen que sale de la Magdalena sevillana, a descolgar el cuerpo ya inerte del madero. Subidos a sendas escaleras para poder llegar a la zona donde se encontraban clavadas las manos en la crux immissa, Nicodemo y José aguantaban el cuerpo mientras que el resto de mujeres abajo esperaban para envolverlo entre sábanas.

Tras esto, el cuerpo fue llevado por los que allí se encontraban a la tumba propiedad de nuestro protagonista. Este nuevo sepulcro, recién excavado en la roca, fue el último cobijo entre los mortales para quien fuera a la postre el liberador de la muerte. Una vez finalizada esta escena, poco mas se supo de nuestro admirado José, aunque leyendas hablan de su relación con un Santo Grial que traducido a nuestra época no es más que la gallina de los huevos de oro que encontró Dan Brawn para hacerse millonario.

Bastantes siglos después de lo que comentaba, en una pequeña ciudad al sur de la Hispania (léase con la entonación propia de la introducción de los capítulos de Astérix y Obelix) en un reducto de tranvías, sal y cofradías sigue habitando nuestro querido José. Según cuentan los enviados especiales de las grandes cadenas de televisión se le ve cada día con una pequeña gorra, gafas de sol y chándal, puesto que su vida desde entonces hasta ahora no ha sabido precisamente de comodidades.

Dicen ahora que José cuando llega la hora de rememorar aquel tiempo en el que el estuvo presente, carga de nuevo su escalera para seguir a la representación de aquel joven loco y que como entonces, alivia a los que le acompañan y da todo lo poco que tiene (ya sea agua o un pequeño limón) por aliviar el peso del sacrificio de sacar a la calle lo que pronto nos quitará la desmemoria histórica.

Ahora, no solo le deja su sepulcro a quien lo necesita, sino que también guarda los sepulcros, casetas de feria y todo tipo de verbenas que se precie o se desprecie.

A José, que la historia lo llamó de Arimatea, en la Isla sabemos que ni se llama así y que es más de aquí que los "chinos" que se te clavan al pasar justo al lado del monumento al Beato Marcelo Spínola. Pues a este José, que en verdad se llama Luis Cortejosa Llerena, nosotros con cariño preferimos llamarlo Pirri.


2 comentarios:

Andrés Gacio dijo...

Puffff!!! Increíble Eduuu !!!! Te ha quedao que ni pintaooo !!! Ya era hora de que nos fueramos acordando del Pirri.

Sin palabras amigo Eduardo,sin palabras...

Enhorabuena.

Eduardo Albarrán Orte dijo...

Gracias por tus palabras Andrés.

Un abrazo hermano.